Todo lo
que pasa es por algo. Tal vez solo hay que decantarse por un adversario en el
duelo “cabeza-corazón”
La racionalidad está sobrevalorada pues al final, consciente o inconscientemente es el corazón quién manda.
Poco a poco, sin querer, todo nos devuelve a nuestros instintos. A todo aquello que dejamos sin resolver o de lo que huimos.
Pues este mundo nos dejó un huequito que tenemos que dejar impecable en el momento de abandonar, ya que será otro quien disfrute nuestro lugar cuando faltemos.
Por este motivo volvemos a enfrentarnos a situaciones parecidas. Es una nueva oportunidad para dejarlo todo como estaba. Sin causar estragos, sin llevarse nada por delante.
La vida es larga o corta según la mires. De la misma manera que hay minutos eternos, hay minutos que parecen inexistentes.
Todo es relativo, por eso nuestra cabeza no posee siempre la verdad absoluta.
¿Cuántas veces es nuestro bombeante corazón el que nos lleva al final del laberinto, a la salida, a ver el sol…?
No podemos apostar estando seguros de que vayamos a ganar porque realmente eso ya no sería una apuesta.
Y, queridos amigos, el que no apuesta, no gana.
La racionalidad está sobrevalorada pues al final, consciente o inconscientemente es el corazón quién manda.
Poco a poco, sin querer, todo nos devuelve a nuestros instintos. A todo aquello que dejamos sin resolver o de lo que huimos.
Pues este mundo nos dejó un huequito que tenemos que dejar impecable en el momento de abandonar, ya que será otro quien disfrute nuestro lugar cuando faltemos.
Por este motivo volvemos a enfrentarnos a situaciones parecidas. Es una nueva oportunidad para dejarlo todo como estaba. Sin causar estragos, sin llevarse nada por delante.
La vida es larga o corta según la mires. De la misma manera que hay minutos eternos, hay minutos que parecen inexistentes.
Todo es relativo, por eso nuestra cabeza no posee siempre la verdad absoluta.
¿Cuántas veces es nuestro bombeante corazón el que nos lleva al final del laberinto, a la salida, a ver el sol…?
No podemos apostar estando seguros de que vayamos a ganar porque realmente eso ya no sería una apuesta.
Y, queridos amigos, el que no apuesta, no gana.
SANDRA