He de reconocer que la Navidad ha cambiado inevitablemente
desde que mi hermano ha dejado de creer en papá Noel y en los reyes magos.
Recuerdo esas navidades como algo completamente distinto,
algo especial.
Me encantaba saber la verdad, me encantaba guardar ese secreto como si fuera un verdadero tesoro, me hacía sentirme mayor e importante.
Era feliz mirando con él la revista de juguetes y ayudándole a hacer la carta para luego llevársela a mis padres y sentir que había hecho el mejor trabajo del mundo.
Era increíble el sentimiento de ir a comprar los regalos con mi padre y posteriormente ayudar a mi madre a esconderlos y empaquetarlos.
Adoraba los nervios que tenía el pequeñajo semanas antes de Navidad, el… ¿San, me porté bien este año, verdad? ¿No me van a traer carbón, verdad?, la sonrisita que se me escapaba y mi posterior respuesta: ¿Tu qué crees?, ¿te has portado bien? Y por supuesto, dejarle con aquella incertidumbre…
Recuerdo la noche anterior a abrir los regalos, lo temprano que se iba a la cama y la ilusión que había en sus pequeños ojos.
Y sin duda, la mejor de las sensaciones para mi, eran los gritos que pegaba a las 8 de la mañana para despertarme porque tenía miedo de ir él solito al salón a ver los regalos. Momentos después me los pasaba abriendo juguetes, leyendo instrucciones y jugando con un sueño tremendo, pero feliz, increíblemente feliz.
Me encantaba saber la verdad, me encantaba guardar ese secreto como si fuera un verdadero tesoro, me hacía sentirme mayor e importante.
Era feliz mirando con él la revista de juguetes y ayudándole a hacer la carta para luego llevársela a mis padres y sentir que había hecho el mejor trabajo del mundo.
Era increíble el sentimiento de ir a comprar los regalos con mi padre y posteriormente ayudar a mi madre a esconderlos y empaquetarlos.
Adoraba los nervios que tenía el pequeñajo semanas antes de Navidad, el… ¿San, me porté bien este año, verdad? ¿No me van a traer carbón, verdad?, la sonrisita que se me escapaba y mi posterior respuesta: ¿Tu qué crees?, ¿te has portado bien? Y por supuesto, dejarle con aquella incertidumbre…
Recuerdo la noche anterior a abrir los regalos, lo temprano que se iba a la cama y la ilusión que había en sus pequeños ojos.
Y sin duda, la mejor de las sensaciones para mi, eran los gritos que pegaba a las 8 de la mañana para despertarme porque tenía miedo de ir él solito al salón a ver los regalos. Momentos después me los pasaba abriendo juguetes, leyendo instrucciones y jugando con un sueño tremendo, pero feliz, increíblemente feliz.
Me da pena que todo esto hayan sido solo unos años, que solo
sean especiales las navidades cuando hay un niño en casa. La navidad es para
todos, debería provocar alegría y no odio. Y sinceramente, para pocas cosas que
nos unen, deberíamos valorarlas más.
Y finalmente:
Creo que los regalos no hacen la navidad. Creo
que la navidad es amor, y el amor es el que hace los regalos.
Feliz navidad a todos. Estas fotos, son con mi familia en Burgos, me parece que quedaron bastante graciosas :)
Sandra