Esa mosca confusa que choca contra tu
ventana capta tu atención. Esa poca que te queda. Se habrá perdido
en alguna baldosa, en una telaraña o en la punta de ese lápiz que
deberías afilar.
Es ese insignificante insecto quien
concluye que todo tiene sentido. Que si a través del cristal se ve
la calle, será porque de alguna forma se puede llegar allí. Y
persiste, y sigue persistiendo. Y no se cansa. Es su único objetivo,
nada en la vida tiene más valor.
Y de pronto pestañeas, y ese pestañeo lleva detrás el peso de todos tus fracasos. De las cosas que has dejado a medias y de aquellas que ni siquiera has intentado.
Y de pronto pestañeas, y ese pestañeo lleva detrás el peso de todos tus fracasos. De las cosas que has dejado a medias y de aquellas que ni siquiera has intentado.
Se cierra el telón, pero todas las
funciones siguen ahí, ancladas al pensamiento. Ese que, por cierto,
tortura. Tortura porque todo vuelve, decisiones incluidas.
Sandra