Sangre en los nudillos. Desafío en la
mirada. Y trozos de corazón que intentan recomponerse como pueden.
Nunca sabes que hay detrás de una
cara. Nunca sabes el por qué de una mentira. Recoges la poca verdad
que los demás abandonan. Que dejan plantada, y de la que a veces
salen flores. Esas flores que por desgracia, siempre alguien acaba
arrancando.
Desde que conoces la desconfianza, la
confianza se vuelve mero recuerdo. Casi como un espejismo aparece de
cuando en vez. Es algo tan efímero que consigue que dudes de su
existencia.
¿La soledad es algo exacto? La soledad
es no saber convivir con uno mismo. La soledad no existe, nadie está
solo, y nadie está acompañado. Todo está dentro. Aquí dentro. En
tu cabeza. En esa en la que a veces, y equivocadamente se amontonan
recuerdos, que te hacen creer que existe la soledad. Que te hacen
creer que eres algo.
Hace falta perspectiva. Alejarse un
poco y mirar con claridad. Pero para ese entonces, cuando decidas que
el mundo es demasiado grande como para sentirte importante, será
demasiado tarde.
Tiempo desperdiciado. Dinero gastado.
Esfuerzo invertido. ¿Y para qué? Esto se acaba querida, esto no es
eterno. No puedes seguir esperando a que pase algo. No va a bajar un
ángel a hacer de tu vida un sueño.
No, muñeca, no... No protestes. No me
pidas que te entienda. No te relajes.
Porque si te relajas, puede que cuando
quieras encender tu vida, ya no funcione el interruptor.
SANDRA