Creo que nadie es capaz de
acostumbrarse a la distancia.
Cuando estás lejos de tu casa, de tu
gente, de tu vida. Sientes esos kilómetros, que sean muchos o sean
pocos te separan de ti, de lo que eres.
No solo es complicado
estar lejos. También se hace complicado volver. Sentirte fuera de
lugar.
El miedo a pensar que todo ha cambiado en tu ausencia, las
personas que han podido sustituirte y los recuerdos que no han
desaparecido de tu cabeza, se hacen aún más reales y recientes.
Ese sentimiento de soledad, de no encajar en un sitio es lo que
hace que odiemos la distancia.
Pero también he de decir que la
distancia hace florecer los sentimientos más reales.
Las
despedidas son mucho mas duras, pero también los reencuentros mucho
mas bonitos. Hace que odies las estaciones de tren, pero también
hace que te sientas como en tu casa en ellas.
El ver las cosas
desde otra perspectiva te hace madurar, te hace ser consciente de que
todo lo que hasta ahora era tu vida, en realidad es una parte
insignificante del enorme mundo en el que vivimos.
Te demuestra
más que nunca que la gente viene y va. Y que los que se quedan son
los de verdad
Consigue que las personas que te rodean sean tan
importantes que lleguen a ser como tu familia. Será en quienes
tengas que confiar, quienes te harán reir, con quienes tendrás que
llorar, quienes te abracen y quienes te digan lo que estás haciendo
mal.
Pero cuando de verdad encuentras tu
sitio, no existe una sensación mejor. El que haya sido difícil,hace
que adquiera mucho más valor. Y es entonces cuando le encuentras
sentido a todo. A la distancia, a echar de menos, a perder a algunas
personas y a encontrar a otras nuevas, a cometer fallos y ser capaz
de corregirlos, a tener que hacer y deshacer maletas, a subir y bajar
de un tren o un autobús, a todo aquello, que al fin y al cabo hace
que la experiencia sea algo realmente especial
(Algunas fotos de mi viaje a Amsterdam y Bruselas en navidad :D)
Sandra